El enigma era más bien mi desconocimiento. En los primeros días de este año pasé unas mini-vacaciones en la playa, en la costa de Benalmadena. Una tarde, antes de ponerse el sol, en un largo paseo por la playa dirección Puerto Marina, encontré unos árboles con ramas retorcidas y gruesas, rugosos, sin actividad aparente ni alguna pista que me ayudase a identificarlos.
Sus ramas eran tan fascinantes que no pude resistir el tirarles fotos, los colores del atardecer, el sol iluminando aún el Puerto, las nubes... y allí estaban ellos como objetivo de mi cámara, en un primer plano indiscutible. ¿Qué son estos árboles?
Pasó el invierno y volví a esa playa, y sorpresa... A mis árboles enigma les llegó la primavera y sacaron todas sus hojas y también sus frutos. Que gozada volver a verlos.
Y solo así, con tantos datos pude descifrar el enigma. Se trataba de un moral (Morus nigra), las moras maduras estaban riquísimas. Las comí bajo su sombra, sin dejar de pensar en el poder de transformación de las estaciones.
No supe ver la potencialidad pura de este árbol en Enero. Ahora cuando todo es tan evidente os cuento este relato para no olvidar aquello que decia El Principito:
"lo esencial es invisible a los ojos"