Una tarde libre para pasear e investigar algunos kilómetros de la ribera del río Jándula, un afluente del gran río, el Guadalquivir, a su paso por el Parque Natural de la Sierra de Andújar... llegar hasta el puente de hierro y desde ahí tomar el sendero del Encinarejo, que va paralelo al cauce del río Jándula (es muy curioso, nunca habia reparado en ello, pero la palabra Jándula procede del árabe, de la expresión Alhamdulilah, que significa "loado sea Dios" o "gracias a Dios") hasta llegar a la presa del Encinarejo. La luz de la tarde era perfecta, intentos del sol por mostrarse y nubes en turnos impredecibles... El río fluye, me llega su rumor, en algunas partes se muestra desbordado... es un hermoso paraje, el Jándula y su vegetación de ribera, su escolta...
Este aliso buscó su reflejo en el charco, y yo jugué a hacer ondas con un pelotón de liquen que funcionó a la perfección... Los árboles de la ribera de los ríos, se ordenan formando auténticas protecciones naturales, en función de su adaptación a la mayor o menor humedad del suelo. Tuve la suerte de encontrar huellas de lince en las arenas del río...
Huella de lince ibérico |
Dos bandas se ven en el Jándula: la primera está en contacto permanente con el agua, sauces y alisos la componen, son exigentes con la humedad y resisten muy bien el arrastre en las crecidas del río.
La segunda banda, un poco más alejada se encuentran los fresnos, estos requieren suelos con mucha humedad pero no contacto permanente con el agua.
Y luego están las encinas y los pinos piñoneros, lejos de la zona de influencia del río, constituyendo la dehesa típica mediterránea.
Un placer el paseo, el rumor del agua, el trino de los pájaros, el descanso en los granitos, la visión de los verdes... reposo y recreo de mi mirada, de esta "mínima alma mia".