Había perdido cinco kilos, durante su estancia en el Hospital, ahora tocaba recuperarse, después de tantas pruebas, analíticas, electros y demás. Teníamos que recobrar el apetito y levantar el ánimo. Me dijo: "Y si nos vamos a la playa" .
Un bosquete de magnolios, a la salida de la urbanización de la costa, nos alegraron enormemente, sus flores esplendorosas, de un aroma intenso de los afines a mi nariz, delicioso. Magnolia grandiflora por sus espectaculares flores, de hasta 20 cm de diámetro. El nombre Magnolia es en honor al botánico francés Pierre Magnol.
Tomás, lee el periódico, bajo la sombrilla, frente al mar.
Bajábamos a la playa, a última hora de la tarde, cuando el sol empezaba su declinar hacia el oeste. Un paseito por la orilla, haciendo huella en la arena mojada, donde rompen las olas, cargando nuestro organismo de todos los oligoelementos que precisamos. La leve brisa marina, la arena caliente, el agua salada, ese respirar que te inunda los pulmones de oxigeno puro y terapéutico.
De vez en cuando, levanta la vista y observa con detenimiento a los bañistas, y a los que toman el sol. Y a todo aquel que pasa delante de su campo visual: senegaleses vendiendo bolsos fashion, los vigilantes de la playa, chicas orientales ofreciendo sus masajes a un módico precio, aguadores modernos con sus neveras al hombro,... todo un microcosmos.
Aún nos cansábamos mucho, costaba moverse, dar un paso tras otro, pero eramos un equipo resuelto a no fracasar.
Encontré este reloj solar, de azulejos pintados, en una pared cerca de los "Molinillos de Viento", y no pude resistir el inmortalizarlo con la Nikon, sea la hora que sea: ES LA HORA DE SER FELIZ.