Abandonamos la luz esplendorosa de la mañana, las pistas seguras, la comodidad firme del sendero balizado... para adentrarnos en un universo desconocido e inquietante, atractivo, húmedo y frío, tenebroso: estamos pasando el umbral de la selva de Irati.
Las hayas, pagoas, fagus nos dan la bienvenida a sus dominios, y pisamos esa mullida alfombra que entreteje vida de sus hojas caídas sobre musgos frescos... perdón, perdón... no alteramos, avanzamos despacio "bosque a través" con el cuidado y veneración que este sitio de poder requiere, lugar mágico donde los haya, bosque encantado y encantador del pirineo navarro, el regalo del valle de Salazar... (Irati, es un nombre femenino vasco, que significa "helechal") También los abetos saludan, son el contraste necesario para entender esta selva, el Hayedo-Abetal más extenso de Europa, y una belleza de esas que abruman al espíritu aventurero e inquieto.
En algún momento una suave brisa en las copas de las hayas produce el milagro de la caída de la hoja on-line... observar como caen suavemente hojas ocres-amarillentas de fagus, mecidas por el viento... y aún sobrecogidos por la impronta del "bosque a través", dejamos la oscuridad de la foresta y nos topamos con un río, de igual nombre... Irati. Qué decir de reflejos otoñales en las aguas limpísimas y cristalinas que van en busca del embalse de Irabia. Algunas fotos que intentan hacen honor al sitio, muchas sensaciones que quedan para cada uno, y alguna rabia contenida... el haber dedicado tanto tiempo al suelo, a mirar donde se pisaba, y mucho menos a elevar la vista arriba, a las copas de fagus y abies... a quedarse con la boca abierta embobados de otoño!